sábado, octubre 20, 2007

MORADA DE ANGEL

No sé qué lunas me van cayendo encima
en esta noche de larga existencia,
no sé de donde venga esta brisa de neón
y su larga estela de corales rotos...
No sé quien toque a la puerta de la noche,
ahora que hasta la lechuza
calló su llamado a la meditación,
ahora que es tarde para imprimirle al duende
el sello de sus travesuras...

No sé quién ande por ahí,
ahí donde es luz sin tamaño
el árbol del destino y de la sombra,
ahí donde el amor se quiebra en ninfas,
ahí donde pueda quedarse dormido el ángel
sin el confort de la memoria...

Raffaello

Firenze, 27 aprile 2007

miércoles, octubre 17, 2007

Evocación

Foto: Diana Furlani (Argentina)


Aurora de julio:
Hoy regresan las flores a
mi piel, a mi respiro,
y se oyen regresar
odas sin derecho al olvido...
Pero ya julio es aurora,
ahora que la brisa
sin prisa enamora
...y respira en la aurora.

Firenze, 21 de aprile 2005

Premonición

Foto: Diana Furlani (Argentina)

Siento anhelo de un escalofrío
que me arrastre,
sea de viento o de belleza
o de un rapto cualquiera
de vuelo libre en el delirio.

Presiento ya veredas ocultas
en libros antiguos,
y momentos de controlada locura
en los años que han de llegar.

Firenza, 10 maggio 200

Premonición


Siento anhelo de un escalofrío
que me arrastre,
sea de viento o de belleza
o de un rapto cualquiera
de vuelo libre en el delirio.
Presiento ya veredas ocultas
en libros antiguos,
y momentos de controlada locura
en los años que han de llegar.

Firenza, 10 maggio 200

jueves, octubre 11, 2007

"Cocho a cuchara parada" (o receta para recordar a mi padre)



Recuerdo a mi taita, (papá)todas los días, cuando en las mañanas preparaba el primer café.

elsy

"Cocho a cuchara parada" (o receta para recordar a mi padre)

Hernán Rivera Letelier

"Concreto armado" le llamaba mi viejo. Y este alimento fue como la leche materna de mi infancia. Mientras lo preparo, solo en casa -mi mujer y mis niños han ido de paseo-, mientras vierto cuatro cucharadas grandes de harina tostada, tres de leche y dos de azúcar, pienso en mi padre muerto, en su silencio bíblico, en la lucha épica de su vida de minero. Lo veo llegar de las calicheras entierrado y maltratado como un zorro del desierto, muerto de cansancio, enrabiado contra la explotación, pero extrayendo desde el fondo de su ánimo una sonrisa para cada uno de nosotros, para cada uno de sus hijos que lo esperábamos a la puerta de nuestra casa de calaminas. "¿Han comido cocho, mis rotitos?", preguntaba con ternura, besándonos a todos de uno en uno y clavándonos en la cara las púas de su barba agreste. En sus ojos color arena, desvaídos por el cansancio, temblaba la redondela del horizonte coronada por la aridez criminal de los cerros pelados.
Mientras mezclo en mi taza los ingredientes (recordando que su tazón personal tenía la palabra Felicidades escrita en letras doradas, regalo de mi madre en un día de san Agustín), veo al viejo en el patio lavándose el cuerpo por partes en un gran lavatorio enlozado -restregándose el pelo con quillay y los pies con piedra pome- para luego, pulcro y ceremonioso como un sacerdote, sentarse junto a nosotros en una mesa grande como barco.
Mientras vierto en mi taza el agua recién hervida, y en la soledad de mi hogar suena una antigua canción mexicana, me imagino al viejo levantándose de madrugada para partir los durmientes y encender la fragorosa cocina de barro en donde hacía hervir el agua para el desayuno (en invierno el agua también había que partirla con un hacha). Lo veo, ensimismado y grave, eclesiástico en sus rituales, preparándose una buena porción de esa suculenta mezcla ("puro concreto armado, hijo") que lo animaba a partir de nuevo al cerro, que le daba bríos para comenzar una nueva jornada de sol a sol, que le renovaba las fuerzas para seguir triturando hasta el día del Juicio Final, a puro pulso, esas piedras de caliche grandes como casas y duras como el corazón mismo del desierto de Atacama.
Tras verter el agua hervida sobre la mezcla aromosa de los ingredientes, comienzo a revolver lenta y metódicamente (hay que revolver hasta dejar una mazamorra dorada y espesa como el sol, tan espesa que la cuchara se pare sola, de ahí su nombre: "cocho a cuchara parada"). Mientras, de pie en la cocina, con la taza en la mano, revuelvo sin aguantar las ganas de probar el primer bocado humeante de mi cocho solitario, pienso (y sonrío con ternura mientras lo pienso) si no sería este básico alimento -harina, leche, azúcar y agua- lo que, además de darle fuerzas a mi viejo para soportar cuarenta años de trabajos pesados, le dio el empuje y la entereza suficientes para amar y mantener a tres esposas durante su vida, y, como si eso fuera poco, para soportar con nervios de acero la algarabía de una chorrera de hijos descalzos e inquietos, cuyo juego favorito era perseguir remolinos de arena -como si fueran sueños verticales- por las blancuras infinitas del desierto más huraño del mundo.

lunes, octubre 08, 2007

Motociclata del viento

(dibujo: elsy)

A comienzos del año, me llego un mensaje que decía, en el asunto: Feliz 2007 con el Che y adjuntaba mi amigo el poema al Che. Gracia compañero, por el feliz año.

Poema de Julio Iraheta Santos
(E l Salvador, C.A.)

Ernesto Che Guevara
tu juventud redescubrió a Latinoamérica como una sola
¡Cuánto nos despojaron nos castraron nos dividieron
nos explotaron y nos mataron!

La unidad resucitada sin fronteras fue piedra angular de tu conciencia
para levantar el sueño, la lucha, la bandera, una sola.

Es un estallido el que se siente cuando queda al descubierto la mentira
de más de quinientos años de negarnos la variedad de nuestro rostro.

Tu juventud fue la grada indicada para que crecieras
en la utopía santa de América Latina
¡Salud motociclista del viento!


22-2-2005


Un cuadro de Carlos Alonso

Por Luis Bruschtein

Hemingway decía que cuando perdía inspiración, muchas veces iba a una galería de arte para recuperarla. En el trazo del pincel o en los colores hay una narración sumergida, está la intención que circula obsesivamente en la cabeza del artista y la emoción que lo impulsa. Los cuadros cuentan historias. Pero la que voy a contar ahora es la historia de un cuadro de uno de los pintores más importantes de este país. No es la historia que cuenta el cuadro, aunque se entrelaza con ella, con la historia de Paloma Alonso, hija del pintor, la de 30 mil argentinos más y la de todo el país. La historia me llegó por boca de otro periodista, Carlos Suárez, amigo de algunos de los protagonistas.
La historia empezó el 9 de octubre de 1967 cuando el Che moría fusilado en un rancho del poblado de La Higuera. La impresión por su muerte, la sensación de pérdida entrañable, bajó de la selva boliviana y buscó el corazón de miles de personas en todo el mundo. Los poetas escribieron sobre esa muerte, hubo poesías de Cortázar, de Gelman, de Constantini y de muchos más. Y hubo un cuadro. Pocos días después del fusilamiento en La Higuera, Carlos Alonso pintó un retrato del Che con la bandera argentina en el fondo.
Alonso es un pintor de “obsesiones”, toma una idea y no la deja hasta que la agota. Tanto es así que su obra repite temas como “El ganado y lo perdido” y las variaciones sobre Van Gogh, Courbet y su viejo maestro Spilimbergo. Pero en el caso del Che, fue ese solo retrato, no hubo más. Alonso no habla de sus cuadros, es difícil saber si fue una descarga, un impulso o un presentimiento, si pensaba o sentía que estaba dibujando al protagonista de una historia pasada o intuía que estaba en el principio de un nuevo relato. Allí quedó el rostro del Che ensimismado, con la mirada perdida y al mismo tiempo enérgica. Su imagen se recorta sobre una bandera argentina.

Omar Cáceres, también pintor, docente de Bellas Artes y colaborador de Alonso, recibió el cuadro de manos de su autor a fines de los ‘60.
Alonso tenía una hija que se llamaba Paloma. Y como todo el mundo sabe, ser joven en los ‘70 fue un privilegio lleno de fatalismo. Argentina era un país que parecía abrirse a un escenario luminoso, alumbrado en gran medida por esa mirada del Che y por una generación que generosamente se echaba a la espalda el peso de la historia. Paloma fue a las reuniones, fue a las marchas, pintó su rebeldía en las paredes de Buenos Aires, se mezcló en esa marea y, como miles más, fue una militante que avanzaba hacia nuevos horizontes.
Paloma había visto el retrato del Che que había pintado su padre. No solamente era el Che, era una imagen que además lo relacionaba con él, un punto de encuentro entre un padre y su hija, una línea de ideas y afectos que los envolvía en la distancia. Cáceres decidió que el mejor lugar donde podía estar el cuadro era en el departamento de Paloma.
La cara del Che pintada por Carlos Alonso estuvo sobre una pared del departamento de su hija Paloma en esos años. Fue el testigo mudo de la vida cotidiana de esa jovencita de rasgos delicados, de sus sueños más generosos y de sus afanes más menudos. Y también fue testigo de su secuestro cuando el grupo de tareas de la ESMA derrumbó la puerta, irrumpió en la habitación y la llevó por la fuerza.
Paloma Alonso fue secuestrada a principios de 1977. El trabajo de los represores fue minucioso, se llevaron a la persona y también a todas sus pertenencias, incluido ese cuadro del Che, que pasó a convertirse en botín de guerra. Se supone que Paloma fue llevada a la ESMA y nunca más se tuvo noticias de ella al igual que de la mayoría de las casi cinco mil personas que pasaron por ese campo clandestino.
Carlos Alonso había marchado al exilio, su hija estaba desaparecida y el cuadro del Che, que de alguna manera había significado para ella un vínculo, el recuerdo y una compañía, permaneció dos años en los depósitos de la ESMA, donde se acumulaba el botín de una guerra vergonzosa. En 1979, cuando la dictadura aún estaba en su apogeo, cuando la represión todavía era una guerra santa y los represores eran sus próceres, el cuadro apareció misteriosamente para la venta en la galería “Renacimiento”. A ningún represor podía interesarle colgar un retrato del Che en las paredes de su casa, aun cuando fuera de Alonso. Y la posibilidad de convertirlo en dinero, sumado a la garantía de impunidad, fue más fuerte que cualquier atisbo de interés por el arte.
Pero el mundo es chico y más en Argentina. Omar Cáceres se enteró que estaba a la venta el Che pintado por Alonso y fue a verlo para confirmarlo. Era el propietario legal de la obra y podía demostrarlo aunque no significara demasiado en esos tiempos. Pero por un rulo del destino finalmente pudo recuperar el cuadro.
Lo tuvo en su poder hasta hace unos meses, cuando la hija del Che, Aleida Guevara visitó Buenos Aires. Una vez había decidido que Paloma tuviera el cuadro del Che pintado por su padre Carlos Alonso. Esta vez, en un acto que se realizó en la Casa de Amistad ArgentinoCubana, se lo entregó a la hija del Che y el cuadro forma parte ahora del museo del comandante guerrillero en Santa Clara, lo cual también es un homenaje a Paloma.
El cuadro fue de la hija desaparecida del pintor y ahora es de la hija del protagonista fusilado del cuadro. Hay una simetría desordenada en esta historia donde el cuadro es una especie de centro o un vínculo que tiene que ver con las personas y sus luchas y sus afectos. Hay una frase reciente de Carlos Alonso que no alude a este relato pero que se clava inevitablemente en su trama: “Siempre entendí cuál era mi suerte: desentrañar la relación entre la pintura y la gente y la sociedad”.

Fuente: Página 12

domingo, octubre 07, 2007

6 a.m., 11 p.m.


Mandala-Jossie (Argentina)

Respiro y en ese momento, siento el universo a mi alrededor.
Respiro y escucho el silencio, complice... amigo,
me trae colores y formas;
visualizo mi silencio y lo plasmo...
Su color me tranquiliza, me da vida.


Introducción a la mandala-Jossie (Argentina)


6 a.m., 12 p.m.

Tus ojos tibios,
mientras los míos,
duermen en horas diferentes.

Los tuyos:
los de la llave en la cerradura,
los de abrir la puerta en tu trabajo,
los del viento mañanero
intentando romper tu figura.

Olor a pan, a café.
Noticias de guerras que se aproximan.

Los míos:
los del temido sueño,
los que esquivan la luz
mientras se aleja la tibieza,
de tus desvelados ojos,
junto a la nostalgia,
de tu edad ganada.

Yo, acaricio los segundos
con la suavidad de un rumor.
Cierro los ojos...,
veo dos siluetas,
en horas que se cruzan en el tiempo.

Dos siluetas:
en la lejanía se encuentran.

Sombras que intentan amar,
hasta la eternidad,
en horas diferentes.

elsy maría

jueves, octubre 04, 2007

Vocación


Foto: Diana Furlani-Argentina

Agua-paloma
que en su luz enfría
el cristal del olvido:
te veo,
te toco,
te ausculto,
y a las trayectorias del ocaso,
entrego mi anhelo,
hacia lo infinito.

Firenze, 12 Diciembre 2002

lunes, octubre 01, 2007

Onírica coreografía


Acabo de cortarle las mangas
a esta onírica coreografía de luna
en que van danzando
con sus antifaces
un renacido Pierrot,
una hermosa mujer ciega,
un ocasional compañero de viaje,
el fantasma de un príncipe
que no busca otra nobleza
que la de su espíritu.
No sé quien maneja
este ballet de sombras
blancas de polvo,
con colores en su esencia...
También está mi hermano,
viajando a dedo:
me uno a él,
y nos perdimos
hasta el despertar, en pleno día...


Raffaello

Firenze, 30 agosto 2007