Fallece Juan Gelman
Hasta siempre, compañero
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Fue, es esta historia,
es esta historia, la que nos rompió los nombres familiares y nos ha
hecho decirle mamá a una abuela o papá a un abuelo. Fue esta historia,
es esta historia, la que nos hace repensar qué es un “héroe”, qué es un
mito: lejos de los mitos y los “héroes” intocables, están los hombres y
mujeres, compañeros y compañeras, abrazables.
Ahí se va Juan, a alguna
reunión con Rodolfo, Paco y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a
contarles a los 30.000 que pudo encontrar a su nieta Macarena. Allá va
Juan, a contarles a sus hijos Marcelo y Nora, y a su nuera María
Claudia, cómo es Macarena, cómo es esa vida que no pudieron matar. Se va
Juan, a ese tiempo de los pasos eternos, a contarles a nuestros padres y
madres que todos ellos siguen vivos en nuestras luchas.
Allá va
el compañero, nuestro padrino, nuestro poeta, a seguir apalabrando el
mundo, a seguir mirando con ojos de dolor y esperanza. Allá se va Juan
Gelman: al lugar más justo al que pueda ir un hombre como él. Como todo
compañero, como todo hombre comprometido y solidario, se va para
quedarse para siempre en esta tierra que no tiembla por el miedo del
pueblo, sino por el temor de los vendepatrias ante tantos hijos de la
revolución.
Juan vino con León Gieco al primer encuentro nacional
de H.I.J.O.S.: ahí se hicieron nuestros padrinos. Vaya a donde vaya, se
llevará la condena social para todos los asesinos de nuestro pueblo.
Podrá decirle a Rodolfo que ya pusimos a Videla, Astiz y más de 500
genocidas en el tacho de basura de la historia. Allá va Juan, a decirles
a todos que no hubo impunidad que nos derrotara y que para los
masacradores de nuestra Patria no existe ni el flaco perdón de Dios.
Ahora
nos queda a nosotros el orgulloso deber de decir que lo mantendremos en
la memoria de la historia, en el relato que hará que nadie deje de
saber quién fue Juan, a pesar del paso de los años. Empuñamos su
memoria: les diremos a todos que Juan fue un poeta del tiempo, un
compañero de la ternura, un respetuoso amigo de los recuerdos de sus
amigos. Con humildad y sencillez, de las características más destacables
de un compañero, abrió sus puertas para buscar la verdad colectiva, dio
sus hojas para que Walsh despidiera a Urondo. Allá va: se lleva en los
bolsillos nuestros abrazos para los 30.000. Hasta siempre compañero,
gracias por el amor.