jueves, noviembre 09, 2006

Catedral de Florencia

4 Noviembre 1966, fecha que a lo mejor, para la mayoría de la gente no tiene un sentido trascendental, o a lo mejor, algunos de ustedes ni habrían nacido, sin embargo quienquiera, estuvo en Florencia en aquella fecha, no puede olvidar lo que pasó. Hasta yo, que por aquel entonces no cumplía 4 años, tengo recuerdos: son pocos, como si fuesen imágenes instantáneas, una, tres o cuatro… que se han quedado grabadas en la memoria y que me acompañarán por el resto de mi vida. Y sí, me acuerdo, yo que a lo mejor ni llegaba a medir un metro de alto, les dejo imaginar lo que ha de haber quedado, en la mente de los que, en esos años eran adultos...

El 4 de noviembre de 1966 Florencia, mi ciudad, sufrió la que fue probablemente la peor de las inundaciones en sus dos mil y pico de años de historia. Nos dicen las crónicas, de inundaciones increíblemente violentas, como la del 1559, u otras relativamente ligeras, la del 1844: Sin embargo ambas, tremendas. Han sucedido otras, en un 4 de noviembre: La de 1333 y la de 1966. En la primera, cuentan los cronistas que el río se llevó todos los puentes de la ciudad (eran cuatro), pero la de 1966, parece haya sido todavía peor.

¡Claro!, había estado lloviendo mucho, El Arno (río que atraviesa por completo la ciudad) estaba cargado de aguas violentas, pero también hubo un error humano en manejar una presa, y el flujo hídrico que se libró fue a juntarse con en de las lluvias de aquellos días, los muros de protección no aguantaron tanta fuerza y cedieron...

Fue la catástrofe: una oleada de agua y lodo la que invadió la ciudad, alcanzo hasta los 5 metros y medio de altura. Si leyeron bien: 550 centímetros de agua y fango que entraron por las calles de la ciudad, con una violencia inimaginable, arrastraron todo lo que encontraron. Si alguien busca en Internet, puede ver las fotos que atestiguan lo qué estoy hablando, mejor que cualquier descripción.

Como les decía, yo era muy niño para recordar. Mis recuerdos se quedan en unas pocas e impactantes imágenes: un par de días antes me encontraba con mi abuela (q.e.d.), habíamos ido al cementerio para el día de los muertos a dejarle unas flores a mi abuelo, Raffaello Bocciolini, señor, de regreso, en el autobús observaba la lluvia golpear con mucha fuerza el parabrisas. Con trabajo se veía la calle, luego, esa mañana del 4 de noviembre mi papá me hizo asomar desde la ventana de nuestra vieja casa en Vía Bronzino, el número 131: me levantó para que me pudiera asomar, y con gran asombro vi el río correr por la calle, a una velocidad loca, arrastrando coches, troncos de árboles, muebles..."Babbo, ho paura, fammi rientrare"... Así le dije a mi papá, pidiéndole que me bajara ya

Un par de días después, volví a la ventana, esa vez lo hice yo solito(con el auxilio de una silla), observé que el agua ya había difluido de las calles, No se me olvida ese sentimiento de desolación debido a los muchos escombros que habían quedado, dejando las calles sucias y enlodadas.

Mi papá estaba empujando el coche (un viejo FIAT 500) para que volviera arrancar. Creo que él tuvo que usar toda la fuerza, extraordinaria, que por aquellos días tenía, para que el coche tomara su marcha, todavía tengo las imágenes de cuando regresó a casa, contento, casi gritando a mamá: "Adriana, è ripartita". Aunque con daños, mi papá logró salvar el coche.

Entonces, no podía saber que significaba para mucha gente el haber perdido su casa, su tienda, su negocio, su trabajo, su auto... Los perjuicios sufridos a las propiedades fueron incalculables, y todavía, mucho mas, los daños al patrimonio artístico de mi ciudad, que aún se conserva : El Cristo de Cimabue, obra maestra de la pintura florentina del medioevo había quedado destrozado, las iglesias monumentales, un patrimonio inmenso, orgullo de los florentinos sufrio daños enormes, y no sólo la iglesia de Santa Croce, también, todas las del mismo barrio: San Pròcolo, Sant' Ambrogio, San Remigio, San Giuseppe... y los más de cien mil volúmenes de la Biblioteca Nacional que fueron rescatados desde el lodo.

Si se quiere encontrar algo positivo en ese contexto catastrófico, se puede decir que por esos días, se hicieron a un lado todos los egoísmos: los florentinos se arremangaron bien y se pusieron a trabajar junto con los militares y los voluntarios: se calcula que fueron más de 120 mil las personas que con su esfuerzo, codo a codo, todos, gente de toda Italia, de Alemania, de los Estados Unidos, de Latinoamérica, de Francia... trabajaron junto a los florentinos, para tratar de rescatar lo rescatable, dentro de los pisos enlodados de las iglesias, de las tiendas, de las oficinas, de los museos, de las bibliotecas... y no importaba si eran de izquierda o de derecha, si eran dadores de trabajo u obreros... también las autoridades políticas, tanto centrales, como locales, actuaron con gran rapidez, enviando el dinero necesario. Todos tuvieron una prioridad absoluta: salvar Florencia y brindarle solidaridad a sus habitantes... y hasta la sociedad nacional de ferrocarril, puso sus trenes gratuitamente a disposición de los voluntarios, para que ahí pudieran dormir.

Los viejos cuentan, que una atmósfera parecida se respiró en Italia, en el periodo de la posguerra, cuando el país humillado por haber perdido la guerra, absurda, mas que cualquier otra. Ellos, empezaron a trabajar juntos, para levantarse económicamente...

Todo eso me lleva a unas pequeñas reflexiones:

¿Es necesario que suceda alguna catástrofe para que los hombres descubran ese gran principio humano que es la solidaridad?

Si salvar Florencia fue una prioridad (de la cual como florentino agradezco) no lo es todavía, solucionar los problemas actuales, todavía más urgentes y más globales, como la lucha contra el hambre, el sida, la pobreza, la escasez de agua...?

¿Es posible sentarnos todos a una misma mesa y buscar la manera de solucionar problemáticas como los de Irak, Palestina, Chiapas, Chechenia, etc....?

¿Es necesario estar muy jodidos, para darnos cuentas que no es con los cañonazos que se solucionan los problemas...?

El 4 Noviembre de 2006, la ciudad ya renacida, recibe todavía un número superior a los 6 millones de turistas al años, muchos de ellos no saben que las hermosuras que hoy admiran, se deben al espíritu tenaz de los florentinos, pero también, a esos hombres que desinteresadamente trabajaron entre mil incomodidades, durante esos días dramáticos, esos que luego les decimos con cariñoso eufemismo "Angeli del fango".

Raffaello, florentino, conmovido en el recuerdo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de leer el comentario de Raffaelo, me pareció excelente y la traducción al español (para una argentina) es perfecta. Adoro esa ciudad
La conocí en febrero de 1967, recién aluvionada, yo tenía 18 años y estaba de viaje de egresada. Siempre digo a mis amigos que estuve en Florencia en el segundo Renacimiento. Llegamos en un atardecer de invierno y la guía que nos acompañaba se adelantó a los guías locales para mostrarnos las puertas del Paraíso. Volví a Florencia 5 veces más y siempre que llego a la plaza de la Catedral me emociono y doy gracias a Dios por permitirme disfrutar tanta belleza. Aunque vivo en Argentina, me siento muy feliz en Florencia, a pesar del aluvión de turistas.

Anónimo dijo...

Recién he viajado a conocer esta hermosa ciudad desde Bogotá, Colombia. He quedado impresionada con la belleza y el arte de Florencia. Y lo que narras es impresionante. Gracias a la solidaridad que en aquél entonces se vivió, he podido ver y apreciar tanta belleza y ese gran patrimonio artístico y cultural.