martes, noviembre 07, 2006

Niña




La transformación de niña a mujer está influenciada por el cometa, los astros, deseos apretados contra el vientre, los olores, movimientos, pensamientos religiosos, de reproches que van cambiando, con los días. A veces, o muchas veces, la transformación es lenta, porque, ver la exuberancia de la desnudez es aterradora. Conviene hablar con uno, para que la aceptación parta del espejo de nuestro cuerpo, y no, de los labios de otros cuerpos.
Suele suceder, que seguimos siendo niñas o niños por mucho tiempo, mas de lo que correspondría. ¡Despierta!
Koldo
La ropa que nos ponen

A un preso le queda el recurso de la huelga de hambre para hacer respetar sus derechos. A un náufrago siempre le sobrevive la esperanza de que aparezca un barco para hacer valer sus ilusiones. A un bebé no le va a quedar más remedio que aceptar la ropa que se le ponga. Sin embargo, el que no podamos expresar quejas formales sobre la indumentaria con que se nos viste, no quiere decir que carezcamos de opinión al respecto.
Porque otra vez, en la ropa, van a encontrar los padres excusas para vestirse, pretextos para mostrarse, razones para volver a ser, muchos años después, el sueño que no fueron.
De ahí su insistencia en proyectar sobre los hijos, no sólo sus ideas, también sus creencias, sus pasiones, sus gustos.
Antes de vestir a un bebé debieran los padres preguntarse a quién, en verdad, están vistiendo, para qué lo visten, ponerse unos segundos en el lugar del bebé y responderse si los lazos rosas en la cabeza del bebé, además de ridículos, no suponen un peligro, responderse si no habrá comido ya el bebé suficientes hilachas de lana del pijama que le tejiera la abuela como para no quitárselo, responderse cuál pueda ser el destino de las arandelas bordadas en el cuello, de los botones de la camisa, que no sea la boca del bebé. El hecho de que el abuelo le haya regalado un abrigo al bebé, por ejemplo, no obliga a los padres a ponérselo cada vez que lo visitan, especialmente, en verano.
En caso de dudas, bastaría con apelar al sentido común para dar con las respuestas correctas pero, dadas las carencias de tan común sentido, mejor les dejo algunas oportunas recomendaciones:
1.-Nada más delicado que la piel de un bebé por lo que no se recomienda tejidos que no sean naturales o que irriten la piel. La tela de saco, por ejemplo, podrá ser muy barata pero no es adecuada. Además, las pomadas y ungüentos que tendrá que comprar para aliviar la piel de su bebé le saldrán más caras.
2.-La ropa de un bebé debe ser holgada. Tenga la seguridad de que a él, al menos por el momento, no le inquieta demasiado la imagen que pueda proyectar y antepone la comodidad a cualquier otro detalle.
A algunos padres, vestir a sus bebés con ropa holgada les ayuda a evitar desagradables accidentes domésticos, y a los bebés les ahorra brazos partidos, tendones rotos, clavículas fuera de su sitio, por el empeño en vestirlos con ropas demasiado estrechas.
3.-Son muchos los vestidos, camisitas, pijamas, baberos o los llamados “bodies” que por distintas razones, además de su mala calidad, desprenden hilos. Para no tener que buscarlos con pinzas en la garganta del bebé es recomendable asegurarse de que la ropa que se le ponga no desprenda hilachas.
4.-Si para ponerle el pijama a su bebé deben los padres atenerse al manual de instrucciones que traiga el pijama, con la localización en un plano de los botones, los cierres, los pliegues y demás fases que implique la operación, es preferible buscar otro pijama o arroparlo con una manta. Recuerde que la sencillez no es una desgracia, ni una tara, ni un delito.
5.-La ropa, incluyendo los pañales, debe cambiarse con cierta frecuencia, la necesaria para que el bebé no atraiga las moscas más de lo debido.
Aunque los estómagos de los bebés no pueden, todavía, ni en su forma ni en su medida, procesar los alimentos que ingiere y digiere un adulto, ¡los bebés también cagamos! ¡Necesitamos que nos cambien!

Niña

Niña que dibujó
los días y las noches
en el aire y en el agua.
Dormida en la nube,
sin asfalto.

Hablé con ella, le dije:
¡Óyeme! y ella distraída,
con los ojos abiertos,
con frío en su piel,
en otro tiempo, en otros espacio.

Con amores clandestinos,
y tormentas acabadas.
Con amor de América soberana
Yendo de aquí, para allá,
con aire, y mar en su cuerpo.

Algún día estuvo preñada,
no supo el día, ni la hora.

¡Óyeme! Le dije.
Ella distraída,
con lluvia en su rostro
y voz de río crecido
Dijo: Estoy con la nube,
dentro de mí,
Luchando por la patria,
Buscando futuro.

Tu, ¡Óyeme, despierta!...
Esta mujer tiene rostro.

elsy maría

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